viernes, 7 de marzo de 2014

El viento del Norte


Historias de Biblikiteca.

La Biblikiteca no ha existido siempre como tú la ves ahora.
En un principio, había una cueva húmeda, oscura y llena de libros, donde el prodigioso Monstruotecario organizaba sus tesoros con sabiduría y paciencia. Allí recibía a los duendes lectores y a los jugadores de ajedrez, con los que organizaba largos torneos.
El Monstruotecario era un mago bondadoso, que pasaba apaciblemente sus horas dedicado al cuidado de los libros y a la selección de poemas.
Pero de todo se cansa uno, y el Monstruotecario era un mago eminentemente de campo, entrenado para llevar a cabo sus hechizos al aire libre. Y hete aquí que un buen día, el aire del Norte llevó al Monstruotecario a su destino soñado: al campo. Beatus ille. Y lo apartó del mundanal ruido de la sala de los trasgos, y del infernal ruido de los bulliciosos duendes (y de algunos orcos, que también había entre ellos, claro está)
Y, volviendo a nuestra oscura cueva de los libros, te diré que el aire del Norte descompuso de tal forma el orden de las cosas que hubo que llevar los libros a otra caverna, más espaciosa, sí; más luminosa, también. Pero ¿quién se ocupaba de los libros?
El Monstruotecario había dejado buenos amigos detrás, y más de un aprendiz.
Aprendiz era la bruja que se prestó voluntaria para hacerse cargo de los libros, los duendes e incluso de los trasgos (lo más difícil). Sus hechizos fueron erróneos y motivo de chanzas en principio. No olvidéis que era una pobre aprendiz.
Pero hoy la bruja ya ha aprendido mucho, y hasta se ha hecho un poco más mala. Todas las brujas han de serlo.
Yo soy Bibliki, un libro mágico creado por la bruja, pero soy divertido y amable (no sé a quién he salido) y contrarresto algo el carácter huraño de la maga, porque siente debilidad por mí.
 Lo que sí hay que reconocerle a la bruja es que ha hechizado a muchos duendes: los mira a los ojos, consulta un momento con sus gafas de cristal y ¡zas! le endilga el libro que los engancha y los embruja.Con los orcos no tiene tanta mano. Pero ella ya lo sabe.
Pocas veces se equivoca.
A veces, los duendes, dominados por los trasgos, entran a buscar otros libros, que también están bien, pero que se resisten a coger.
Todos acaban acudiendo.
No falla.
Algo tiene la Biblikiteca...
Si eres valiente, entra.
A lo mejor, tu libro está allí...esperándote.
Yo, seguro que te esperaré.
Y no temas a la bruja. La pobre, en el fondo, no asusta a nadie, pero mientras ella se lo crea...
       Hasta entonces, recibe un fuerte paginazo de tu amigo
                                                          Bibliki